
Mi nombre es Mª Ángeles, tengo 49 años, estoy casada desde hace 28, y tengo dos hijos. Vivo en España, más concretamente en la periferia de Madrid. Soy grafopsicóloga y dirijo un gabinete con varios profesionales más. Mi profesión es a la vez mi pasión, cada día que pasa me gusta más esta disciplina y me apasiona más lo que hago.
Creo que mi historia no difiere mucho de la de los demás afectados de polio. Una noche de marzo, cuando apenas habían pasado dos meses de mi nacimiento la polio pasó por mi vida. A la mañana siguiente mi madre me encontró, según sus palabras textuales "como una muñeca rota", no movía las piernas ni tampoco un brazo. A partir de ahí y, sin que la vida me diera la posibilidad de conocer cómo hubiera sido sin polio o qué se sentirá corriendo con el viento acariciando la cara, mi vida cambió y estuvo marcada por el intento de recuperación de la movilidad. A los dieciocho años, habiéndome dedicado de pleno a esa lucha, sin olvidar mi formación académica y personal, había pasado por el quirófano dieciocho veces (tantas como años tenía) y había conseguido reducir el peso de los aparatos ortopédicos y el uso de bastones a uno sólo. En ese momento el dictamen fue claro: ya no se podía hacer más.
Pasé de ser una "minus" siempre en hospitales, quirófanos, centros de rehabilitación a """creerme""" (con todas las comillas del mundo) una persona normal. Está claro que internamente nunca me lo creí, porque puse toda mi energía en demostrarle al mundo, y seguro que especialmente a mí, que lo era.
Seguí formándome, me casé, nacieron mis hijos, trabajé... Pero siempre demostrando que podía hacer de todo: trabajar, atender la casa y criar a mis dos niños sin ayuda, pero autoexigiéndome que no tuvieran ninguna carencia por mi déficit; hacer trabajos extras como diseñar y confeccionar los trajecitos a mis hijos, realizar platos especiales, atender a mis amigos, padres, etc., etc. En definitiva, me obligué a ser la esposa, madre, hija, trabajadora, y cualquier otra definición que se os ocurra, perfecta. Siempre he tenido que dar el 200% en cualquier cosa que he hecho, desde lo más nimio a lo más esencial, ni siquiera he sabido jerarquizar.
Los últimos diez años no han sido los mejores de mi vida. Me caí y me rompí un ligamento, me operaron para ponerme una prótesis, pero a los dos años me volví a caer y a soltármelo. Las caídas se han convertido en algo demasiado habitual y atemorizador en mi vida, porque antes me caía, claro que sí, pero me daba un golpe, una contusión, un hematoma y ya estaba. Ahora no, ahora me lesiono de verdad. En estos momentos estoy recuperándome de una caída en la que me he dañado la rodilla "buena". No sé si todo esto o el exceso de esfuerzo autoexigido me llevaron a caer en una depresión, de la que afortunadamente he logrado salir.
Justo por ese tiempo en el que empezó mi etapa negra, me llegó información del SPP. Ufff, fue como una losa sobre mi cabeza ¡No, más no! Intenté no enterarme, no escuchar, y procuré alejarme de todo. Ahora, más consciente, sé que no debo alejarme, sino acercarme a personas con los mismos problemas que yo, e informarme para prevenir o para intentar mejorar, si es que lo tuviera.
No sé si padezco el síndrome. No lo sé. Sí que es cierto que en los últimos años me siento más cansada, pero lo achaco a que estoy súper trabajada, a que mi cuerpo me pide que frene el ritmo, a que he estado muy deprimida y eso abate. Siento menos fuerza en el brazo más afectado, me cuesta subirlo y soportar peso como por ejemplo el secador de pelo, pero siempre me costó subirlo, nunca he tenido fuerza en ese brazo, quizá ahora un poco menos, no sé. Sinceramente no lo sé. Quisiera pensar que no lo tengo, que sólo es cansancio, pero tampoco quiero cerrarme y no ver si es que lo tuviera, prefiero saberlo y tomar medidas en el caso de que esté afectada.
Y todo eso es lo que me llevó a meter la palabra "polio" en un buscador y me remitió aquí. Hecho del que me alegro, porque he leído algunos otros testimonios y, de pronto, he tenido una sensación de: ¡uffffff... gente que siente como yo! Ha sido como un alivio. ¡Qué curioso! Después de llevar miles de años intentando no ser minus, ser normal, integrarme, disimular mis déficits, adaptarme al ritmo de los demás, de pronto me brota el regocijo por encontrar a mis iguales ¡Genial!
Sólo deciros que me alegro inmensamente de haber encontrado este "rinconcito" agradable en el que estáis todos vosotros. Y que, desde Madrid, os envío un beso cariñoso a todos y cada uno de los que conformáis este grupo. ¡Gracias por estar ahí y por permitirme ocupar un sitio entre vosotros!
Mª Ángeles
----Edición por Sergio Augusto Vistrain